viernes, 28 de octubre de 2022

"Lo mejor a falta de un chico "



24 de abril de 2021

A lo mejor, siempre fui “Lo mejor a falta de un chico. No recuerdo ni un instante en mi vida que no deseara subir muros prohibidos, volar en mi bicicleta roja BH de frenos metálicos o ayudar a mi padre a sujetar la escalera, mientras se colgaba de sitios imposibles, con gaveta y paletín en mano. 

No, no soportaba las muñecas en fila de mi hermana, rígidas y sin vida, obligadas a escuchar sus peroratas educativas. Por lo general acababan en mis manos pintarrajeadas con mi bolígrafo Bic azul, como venganza. Los garajes plegables de pisos con sus cochecitos que cogían carrerilla, el Exin Castillos con sus torrespuntiagudas y las bolsitas de soldados de plástico de todas las nacionalidades, eran mi pasión.

 Pero también, era aprender a tapar agujeros con cemento, poner friso o corcho en las paredes y casar papel pintado de filigranas que si lo estirabas un poco, se divorciaba con el de al lado.

 Sí, siempre he creído que era “Lo mejor a falta de un chico”, la segunda en orden sucesorio y porque mi padre, así lo deseaba. Mira por donde, mi carácter era volar libre con unos patines de cuatro ruedas de caucho duro que mi padrino Pepito me regaló, sin frenos y que se podían alargar según el tamaño del pie. Se llamabanCaballo Volador, un caballito Pegaso grabado en su suela interior.

 Y sin embargo, el arte, la música y la lectura eran una inversión voraz y casi obsesiva en mi casa. Fui una criatura tímida llena de morados, por buena pieza y tejanos cortos, la reina de las bambas Victoria o de las chanclas de dedo, de entonces. Veranos de tren a la playa de toda la familia, cargados de bolsas de comida y sombrillas, junto con mi hermana, primos y mis maravillosas gafas amarillas y negras Nemrod que desaparecían en las olas revoltosas del Castelldefels de entonces. Siempre acababa llorando por su pérdida, mi bien más preciado.

 Sigo igual, necesito la lectura para trasladarme a todos los lugares del mundo a la vez que mi guitarra es el cómplice ideal para echar fuera los fantasmas, que siempre vuelven. Sin dejar de banda, una paletina bañada  en aceite de teka,recuerdo ineludible de que todo se puede transformar, todo sí uno lo desea y así lo quiere.

 Debo dar las gracias a mi familia que me entendió, sin juzgarme y  dejó que escogiera mi camino, donde he sido, y soy polivalente, polifacética. Sirvo igual para un roto que para un descosido y nunca, nunca doy nada por perdido.

 No me rindo. Hasta la eficacia de un martillo necesita del deseo del cambio y su transformación con fuerza, constancia, ternura, humildad y amor.

 Ese fue mi aprendizaje y así, sigo.

* Quién me conoce sabe que estos escritos son míos. Este es mi libro preferido con el que crecí y, al que vuelvo siempre, cuando mis dragones aparecen:  “Paddy, lo mejor a falta de un chico” (1926) de Gertrudis Page. Ed: Barcelona. Sociedad General de Publicaciones, S. A. ( 5 pesetas).

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