Hay seres que nos atraen más que otros. El por qué, no lo sabemos, sólo elucubramos, según nuestro interés. Hasta ahora todo lo verde que había en mi casa -ni hombres, ni lechugas, ni coles- era un mundo aparte del mío.
Existía, pero su presencia como mucho, era una mirada o un olfateo al aire. Incluso me dignaba a cerrar los ojos, dejándome llevar por lo evocador de ese aroma o de su color. Nos ha pasado a todas. Hay un mecanismo en nosotras que si las pituitarias o retinas -veloces ellas- pituitean o retinean libres, a su aire, sin control... Lagrimeas o ríes como loca recordando (y en cualquiera de los casos sin Ausonia estás perdida)
¿Desde cuando hablo con ellas? No lo sé. Pero siento alivio cuando lo hago. Les hablo en voz alta y cada letra la visualizo, ortograficamente, con letra redonda y entre líneas paralelas. Esas caligrafías obligadas de cuando las monjas... ¡Pobre de mí, si el palito de la “ l ” se iba a los Cerros de Ubeda!
Viven. Verdes y altaneras. Unas más que otras. Ellas saben responderte y si eres observadora -olvidándote de plegar la ropa o de freír el sofrito macarrónico-, ves como se apoderan de sus espacios, que son los tuyos, exclusivamente para salvarte de otros menesteres más mundanos y terrenales.
No, no son de este mundo. Pero no han tenido otra que adaptarse. Como nosotras. Llevan siglos y siglos de sabiduria ancestral, verde y enraizada a esta Madre Tierra maltratada que duele tanto, como las ausencias humanas más hirientes, más incomprendidas.
Ni al congénere más allegado puedes preguntarle “¿Por qué tocaba ahora su marcha?” Pero a ellas sí. Porque son de la tierra y vuelven a ella. Mil veces. Entre el aire y el agua, equilibrando la vida y la muerte de este planeta.
Tengo un epipremnum en mi nevera con el que hablo cada día al levantarme, cada noche cuando oscurece. Dueño de mis pensamientos y mis desvelos que, con gracia, crece y crece.
En nada, serán sus verdosos brazos los que me abrirán la puerta del frigorífico, ofreciéndome zumo de naranja, mermelada y leche.
Y yo, no podré dejar de agradecerle, tres verdes veces: ¡Gracias, gracias, gracias!
Precioso, naturaleza viva, contra más cerca mejor para curar heridas no visibles, y dar paz, llevamos la naturaleza en nuestros genes y eso ayuda a medio comprender nuestro camino en este mundo terrenal😇mil gracias a ti por deleitarnos con tus escritos preciosos.😍
ResponderEliminarMuchas gracias!!! Viva lo verde!
EliminarMuy bonito Pepa, te creces día a día con tus escritos 👏👏👏👏🌷🌹
ResponderEliminarMuchas gracias, bonica! Seguimosss!!!
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