Todos rememoramos olores que rozan la pituitaria y catapultan un recuerdo. Abrir un cajón, el de la cómoda del recibidor y el olor a herrumbre de las herramientas de mi padre, corrobora que en todas mis casas nómadas ha existido un cubículo idéntico.
Cuando me ronda una difícil decisión- de esas que te puede cambiar la vida en un santiamén-, tocar el martillo pequeño, rebelde, de cabeza ligera y huidiza, al mínimo golpe… No hace otra cosa que confirmarme la insoportable levedad del ser*.
“Pepi, dame otra tuerca, anda”. Y yo buscando una tuerca inexistente, entre ciento de hexágonos oxidados, requeteusada en vidas anteriores. En todas ellas, ese hueco labrado en espiral habría intentado encajar en su tornillo pertinente.
Tuerca ancestral me siento. No encajo. Ya quisiera. Cuando me chirriaban las espirales, un poco de aceite y…¡ Auuu! A seguir. Hasta que tu hogar hace aguas y ya no hay tuerca de acero que lo salve.
¿Cuántos golpes de tuerca has intentado forzar a lo largo de tu vida?
*”La insoportable levedad del ser”, exquisita novela de Milan Kundera, ambientada en plena Guerra Fría (Praga, 1968) narra la incertidumbre, paradoja y contradicciones que nos regala la vida a través de las vidas entrelazadas de cuatro personajes y su compleja historia de amor.
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