¿Cuantas veces muchos de nosotros, en un momento determinado, hemos creido en la exquisita armonia de unas palabras escritas, sin tansiquiera conocer a aquel o aquella que golpea las letras del teclado? Así llevados por nuestra ilusión y deseo creamos una fantasía, un ideal acorde con nuestros sueños.
Algunos nos tacharan de íngenuos, de tontos, de crédulos, nada más lejos de nuestra realidad. Nuestra, sí, única e intransferible realidad. Cada uno la suya. Fabricamos seres a nuestra medida, corazones y almas que nos van como un guante.
Quizás porque la única forma de renovar nuestras ganas de vivir, sea la creatividad, que es al fin y al cabo, la capacidad de reaccionar a todo lo que nos rodea.
Un escrito whasapero, un sms, una pintura, una escultura, un happening, un espectáculo, una película, unas risas con birras, observar como sube la marea con unos amigos de viaje, unos gritos al aire en una disco cutre e íntima (ja,ja), una comida con un vino para sibaritas o no, un impulso amoroso con beso y abrazo de oso, una mirada con alma captada en el metro, el sonido hipnótico de un instrumento bajo los soportales de una plaza,... Si alguien pudiera inmortalizar nuestras reaciones cuando recibimos todos esos impactos del exterior, impactos que unen, podría entender perfectamente como esos momentos son la creatividad personal e intransferible que nos acompañará hasta el final de nuestros días.
Con palabras del libro "Mujeres que corren con los lobos" de Clarissa Pinkola Estés, para alimentar un alma creativa, se necesitan estos nutrientes: tiempo, sentido de pertenencia, pasión y soberanía. Con ellos alimentamos y renovamos el río de nuestra vida, contaminado por nuestras cotidianidades y nuestro pasado, listo para fluir de nuevo y... seguir compartiendo.
Gracias a aquellos que han sido, son y seran, partícipes de mi creatividad reaccionaria (juasssss).
Un beso dulce a todos.
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