lunes, 19 de mayo de 2025

“AMOR RELLENO DE CROISSANT CON NOCILLA”


Nada de lo que diga aquí es resultado de la autocompasión ni de la compasión de los demás. 

Cuando flotas en el mar y miras hacia las nubes, con los pulmones llenos, con total naturalidad, en ese mundo, acuoso y aéreo que es el que importa… ¿Dónde estáis? ¿Dónde habéis ido a parar? ¿Por qué sigo sintiéndoos en todos mis recuerdos, flotando y oliendo a mar? ¿O a lago & río, de pura montaña? Cálida bajo el sol y helada como pollo en la balsa de Benigüengo, en los lagos de la Pica d’Estats o en el bravo Cinca…

¿Las pérdidas son amor relleno cómo un croissant con Nocilla? ¿Así, blandito y dulce? Tengo muchas preguntas sin respuesta. Porque no hay Dios que las sepa. Ningún Dios. Ni el tuyo, ni el mío.

Igual os vivo junto a mí, en otra dimensión – la quinta, la sexta- como por miedo, por procrastinación, por ignorancia, por desidia… Nunca os viví en esta, como yo hubiera querido.

¿Qué me enseña todo esto? Soy sobrepensadora. Desde hoy, dejo de serlo. Y, a partir de ahora, viviré a través de las sensaciones, las miradas, los abrazos, las risas y el sexo (con Vagisil…jajaj)

¡Adiós, ego de mierda!… ¡Se acabó mentirme y justificarme a través de la sociedad esa, de las formas y de quedar bien!

Todos tenemos una lista muy larga de pérdidas espinosas como las rosas y sólo, cuando su rojo pasión impacta en nuestras retinas y en nuestro corazón, nos damos cuenta de lo que somos capaces de comprender, regalar, ser, estar para y por los que SIEMPRE han estado y están, en nuestros peores momentos.

ELL@S SEGUIRÁN AHÍ. Contados con los dedos de una mano. Suficientes. ¿Para qué más? 

Igualmente, en las nubes, inspirando y flotando entre agua y aire: Mis amigos adolescentes, montañeros y locos, mis hijos no natos, mi madre, Germán, mi tía-madre, mi padre, Agus, Josep…

¡Dejaros atrás es convertiros en Nocilla de mi croissant! De ese momento maravilloso de la mañana, con café ristretto y los mirlos cantores de mi terraza.


* Obra original y única de @martantares “Balsa de Benigüengo (València)”

 


sábado, 10 de mayo de 2025

“ UN EPIPREMNUM EN MI NEVERA”


Hay seres que nos atraen más que otros. El por qué, no lo sabemos, sólo elucubramos, según nuestro interés. Hasta ahora todo lo verde que había en mi casa -ni hombres, ni lechugas, ni coles- era un mundo aparte del mío.

Existía, pero su presencia como mucho, era una mirada o un olfateo al aire. Incluso me dignaba a cerrar los ojos, dejándome llevar por lo evocador de ese aroma o de su color. Nos ha pasado a todas. Hay un mecanismo en nosotras que si las pituitarias o retinas -veloces ellas- pituitean o retinean libres, a su aire, sin control... Lagrimeas o ríes como loca recordando (y en cualquiera de los casos sin Ausonia estás perdida)

¿Desde cuando hablo con ellas? No lo sé. Pero siento alivio cuando lo hago. Les hablo en voz alta y cada letra la visualizo, ortograficamente, con letra redonda y entre líneas paralelas. Esas caligrafías obligadas de cuando las monjas... ¡Pobre de mí, si el palito de la “ l ” se iba a los Cerros de Ubeda! 

Viven. Verdes y altaneras. Unas más que otras. Ellas saben responderte y si eres observadora -olvidándote de plegar la ropa o de freír el sofrito macarrónico-, ves como se apoderan de sus espacios, que son los tuyos, exclusivamente para salvarte de otros menesteres más mundanos y terrenales.

No, no son de este mundo. Pero no han tenido otra que adaptarse. Como nosotras. Llevan siglos y siglos de sabiduria ancestral, verde y enraizada a esta Madre Tierra maltratada que duele tanto, como las ausencias humanas más hirientes, más incomprendidas.

Ni al congénere más allegado puedes preguntarle “¿Por qué tocaba ahora su marcha?” Pero a ellas sí. Porque son de la tierra y vuelven a ella. Mil veces. Entre el aire y el agua, equilibrando la vida y la muerte de este planeta. 

Tengo un epipremnum en mi nevera con el que hablo cada día al levantarme, cada noche cuando oscurece. Dueño de mis pensamientos y mis desvelos que, con gracia, crece y crece. 

En nada, serán sus verdosos brazos los que me abrirán la puerta del frigorífico, ofreciéndome zumo de naranja, mermelada y leche.

Y yo, no podré dejar de agradecerle, tres verdes veces: ¡Gracias, gracias, gracias!