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En blanco, como la página que escribo. Sin pegar ojo. Tengo las entendederas sin las hormonas del sueño. Se han ido por peteneras. ¡Serán gamberras!
Entre el pulpo con cachelos (Can Lampazas) y el musical “Forever Van Gogh” (Teatro Apolo, Barcelona) estoy en ascuas intrigantes de sentimientos encontrados.
El mediodía comenzó con un tráfico ensordecedor desde el Coll al Paralelo, todo acelerado. Sin ojos suficientes para tanto vehículo rodado, con sus personajillos al ataquerrr de a ver quién puede más, ocupando carriles inservibles con señales aún más inútiles. Y diréis… ¿Cómo no bajaste en “transporte púbico”? Pues por ello mesmo, porque de público no tiene nada. Y eso que mi Nissan es pequeñico y su conductor tiene ojos hasta en la calva. No, no conduzco yo. Ya no. Barna me acojona.
Acostumbrada a mi refugio de paz sin ruidos externos, bajar a Barcelona es un desafío. Un pensar y prepararme que estaría bien mezclarme con el resto de congéneres y, aunque se me tensan los pelos del bigote viendo pasar a una abuela más abuela que yo, a toda leche por el carril del trolebus– bus- taxi- moto- bicicleta- patinete e ilegales patines 4 ruedas… ¡Respiro fuerte y allá voy!
Copilota soy. Bizca convexa me vuelvo. Ojo izquierdo al bólido que te adelanta como si fuera un Ferrari y el ojillo derecho al motorero que no ha comido hoy, prefiriendo retrovisor a la carta. Admirable mi conductor, el muy masoca hasta sonríe diabólicamente ante tanto sentimiento competitonto. Y ahora busca parking. La chica Google dice que p’arriba. Para Monjuich. Le pones que quieres ese parking de al lado del Teatro Apolo y ella te dice que atravieses tooodass las callejas con sus cruces del Poble Sec Serratenc. Difícil contradecir al calvo, al respecto. Su móvil siemmmpre tiene razón. Pepa… ¿dónde tienes el sentido de la orientación? En las Bahamas, por descontado.
Vamos tarde. Al final atravesamos a lo bestia por en medio el Paralelo, de cabeza al susodicho parking y…. ¡ Ohh casualidad! La guardia urbana con nosotros. Al final deberemos invitarlos a pulpo con albariño sin alcohol que no es soborno sino deferencia, por nuestra parte.
En Can Lampazas, entrando a la izquierda, ya los pulpos sin su tinta nos saludan. Las 13:30 y lleno hasta la bandera. Has de reservar, si o si. ¡Qué decir! Por fin, mis ojos podrán estabilizarse y mirar victoriosos, de frente al calvo conductor de primera. Miras lo mismo así, al troceado pulpo inteligente con su sal gorda, pimentón picante, abanderillado con sus palillos de madera y a su vera los cachelos, en su punto. Ahora ya, en mi mundo de Albariño y Sargadelos.
Yo, si bajo a Barcelona, lo hago a conciencia consciente. En esta ocasión ha sido comer y teatro de primera hora, la de los agüelic@s, para volver al trullo antes de que se desmadren los vernícolas de la noche.
Emocionad@s y lacrimos@s de principio a fin. Si habéis leído “Cartas a Theo”, pasaran delante vuestro, la desesperación de un artista, Vincent, sólo comprendido por el amor de su hermano,Theo, cuyo vínculo fue tan fuerte que diferenciaron su muerte 6 meses después, el uno del otro. Música de Ara Malikian, tecnología punta y actrices/actores bailarines de 10. Y si, la absurdez hipócrita del mercado del arte (o del hambre )queda reflejado perfectamente.
Mi aventura se ha acabado en el momento que despego mis posaderas del auto y llego, sana y salva de la vorágine barcelonina. Gracias, calvo mío, por conducir como si no hubiera un mañana.