Reminiscencias que tiemblan en el
lagrimal,
serpenteante subway de mañana
cotidiana.
fría, máscara de cada día sin
atreverme a mirar
a los ojos de nadie.
Y de repente, oigo, siento el requiebro
de un acordeón.
De un tango roto que me hace tragar
saliva,
obligándome a mirar la mirada de los
que como yo
cada día de su vida, serpentean hasta
su destino.
Cierro los ojos, por pudor
ese que oculta tu humanidad con
lágrimas.
La música puede más y no sé como ni
porque
el aroma de las rosas, de mis rosas
regaladas
me envuelven, me lanzan al exterior.
Libros, tango, metro y rosas... Sant
Jordi está aquí.
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